Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

jueves, mayo 31, 2007

Defensas morales
por Simón Espinosa Jalil
La estrategia de confrontación escogida por el Gobierno para mantener su popularidad es muy efectiva, pero también muy peligrosa. No tiene nada de malo enfrentar con energía a quienes se percibe como adversarios, pero, cuando el enfrentamiento se convierte en deshumanización del otro, el riesgo de llegar a la violencia se multiplica.

El libro ‘Humanidad: una historia moral del siglo XX’, de Jonathan Glover, muestra cómo el ser humano normal puede llegar fácilmente a extremos de crueldad cuando sus “defensas morales” se debilitan. Una manera de doblegar esas defensas morales es eliminar la empatía natural que sentimos por nuestros semejantes. Y la mejor forma de hacerlo es quitar la individualidad a las personas y empezar clasificarlas en grupos (“clases”) despreciables. Así, dice Glover, “puede ser más fácil maltratar a alguien visto como ‘imperialista’ o ‘comunista’ que a alguien considerado sólo como una persona”.

En el Ecuador hemos jugado con este fuego durante algún tiempo: para una persona normal, es más justificable moralmente agredir a la “partidocracia”, a la “miseria humana” o a los “pelucones” que a personas de carne y hueso que trabajan en la política, en la prensa o en la empresa privada.
Se puede argumentar que, antes de este Gobierno, también existía un proceso de deshumanización, pero hacia los más pobres, lo que permitía (y permite todavía) actos de crueldad inauditos (como la explotación laboral, el infierno de las cárceles o la extrema pobreza). Sin embargo, la estrategia del Gobierno invierte el proceso y extiende la barbarie hacia toda la sociedad. Se podría, tal vez, justificar el proceso si fuera productivo, pero hay demasiados ejemplos de que el odio rara vez funciona.

Los casos más cercanos en el tiempo son los de Sudáfrica, Zimbabwe y Rwanda. En el primero, la transición hacia una sociedad más justa fue relativamente pacífica; en el segundo, bajo la guía del espíritu de revancha, el resultado ha sido el desastre para todos, ricos y pobres; y en el tercero, siguiendo la orientación de una emisora de radio criminal (¡cuidado con los radiodifusores-activistas!), 500 mil personas fueron asesinadas.

Los pecados de Manuela
por Daniel Márquez Soares

Antes se usaba en las escuelas primarias de nuestro querido país un libro llamado “Terruño”. Fue una de las herramientas de embrutecimiento masivo más eficaces que jamás hayamos inventado, fruto de la vieja escuela que consideraba que mentir no era malo si es que nos ayudaba a ser un poco más patriotas.

En ese libro había un capítulo de biografías de ecuatorianos célebres. Entre ellos se encontraba Manuela Sáenz. Los profesores que empleaban el libro solían dividirse entre los que la pintaban como una heroína y los que preferían pasar la página porque la consideraban poco más que una ramera de lujo.

Juzgar la vida privada de la gente es cosa de tiranos y de bellacos. Sáenz era una bastarda: no hay nada de malo en eso porque padres no se eligen ni se es responsable de lo que ellos hagan. Abandonó a su marido y se convirtió en la amante de otro: tampoco hay nada de malo en ello porque, aunque nos duela, la moral es cosa de cada uno. Tampoco hay nada condenable en el hecho de que haya empleado sus encantos para llevarse a la cama al hombre más importante de ese entonces: cada uno puede administrar sus recursos y dones como le dé la gana.

Sin embargo, lo que sí es cuestionable es que a Manuela Sáenz se la endiose, se la nombre generala casi dos siglos después y, peor aún, se le cuelgue el epíteto de “la expresión más pura de la revolución, el coraje, la independencia y el amor", tal y como lo hizo el presidente Rafael Correa. Bajo semejante calificativo, hasta la Madre Teresa de Calcuta se pondría nerviosa.

Manuela Sáenz era una mujer extremadamente educada para su tiempo. Mandó al demonio todas las instituciones de la época en nombre de su querido Bolívar y ayudó a éste en su nada glorioso escape de los conspiradores. Sin embargo, todo apunta a que sus acciones se debieron no a ideales revolucionarios sino a algo tan normal y humano como el enamorarse. ¿O es que acaso Manuela siguió luchando luego de que su amado murió y es mentira todo eso de que se dedicó al llanto y al exilio?

Es triste el que se considere a señoras como Manuela Sáenz y Evita ejemplos para las mujeres. A la larga, su gran mérito yace en haberse acostado con los hombres más poderosos de su época (porque eso de ganarse su corazón ni ellas mismas deben habérselo creído) y haber hecho todo, hasta abrazar su ideología, por ellos. Parecería mejor un país sin héroes ni heroínas a uno en el que el camino hacia el éxito y la inmortalidad para la mujer pasa necesariamente por la cama del libertador de turno.

jueves, mayo 24, 2007

1968
por Simón Espinosa Jalil
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"Ésa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los privilegios... Que pretende defender los servicios públicos, pero que jamás la veréis en un transporte colectivo. Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás...".
“Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo...Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún invasor de propiedades, pero que no aceptaría que se instalaran en su casa. Que dedica su tiempo a hacer moral para los demás, sin ser capaz de aplicársela a sí misma”.
Este es un pequeño fragmento del discurso pronunciado por el nuevo presidente francés, Nicolas Sarkozy el 29 de abril, en el que pedía “enterrar” el espíritu políticamente correcto de Mayo del 68, personificado por su contendora, la “chic” socialista Ségolène Royal. Ese espíritu, el de lemas ridículos como “la imaginación al poder”, el que considera que el trabajo es “alienante” y la responsabilidad esclavizante, el que convirtió al sociópata Che Guevara en ídolo de juventudes, es, como reveló Sarkozy en el resto de su discurso, no solo inmoral sino profundamente elitista.
El discurso dio tan en el clavo que la intelectualidad mundial lo condenó unánimemente, e incluso algunos seguidores de Sarkozy temieron que le haría perder las elecciones. Pero, dos días después, Sarkozy triunfó con siete puntos de diferencia, con lo que se confirmó el entierro de la generación del 68 en su propia cuna.
Este tema es relevante para el Ecuador porque esas características de la izquierda se pueden aplicar fácilmente a muchos de los primos de pelucones que hoy nos gobiernan con tanta soberbia a nombre del pueblo. También es relevante porque, una semana después del triunfo de Sarkozy, Rafael Correa, ante los embajadores europeos que lo criticaron por autoritario, equiparó su “revolución ciudadana” con la de Mayo del 68.
Tal vez a los europeos debe haberles parecido muy pintoresco encontrarse cara a cara con la imaginación en el poder en un país tropical (como cuando esos dictadores africanos de los años 70 se hacían coronar con toda la anacrónica pompa de los reyes europeos); pero a muchos ecuatorianos nos rompió el corazón comprobar dónde están las verdaderas simpatías de nuestro Presidente: invoca con tanta pasión a Mayo del 68 pero ni siquiera se acuerda de la verdadera revolución ciudadana de ese año: la primavera de Praga, aplastada sin piedad por los tanques del socialismo del siglo XX a nombre de la verdadera democracia popular.