Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

miércoles, marzo 14, 2007

Vivir con el chantaje
por Daniel Márquez Soares

Quienes correteamos por los potreros de la Hacienda Gran Ecuador nos hemos acostumbrado a vivir bajo la sombra del chantaje y la amenaza.

Las calles de las ciudades, por ejemplo, son uno de los mayores caldos de cultivo para esta práctica. Basta tener una dosis de audacia y descaro para apropiarse de un espacio de la vía pública y cobrar vacuna a todo aquél que ose detenerse por allí. Los famosos “cuidadores” exigen que se les pague en caso de que alguien quiera ejercer el legítimo derecho a parquearse donde le venga en gana. Los que se rehúsan, sufren advertencias de que algo le puede suceder a su carro o se encuentran con la carrocería misteriosamente rayada.

En los buses sucede otro tanto. La calma de los pasajeros se ve turbada cuando sube algún vendedor malencarado. Tras solicitar que le compren su producto, el comerciante suele añadir que acaba de abandonar la vida delictiva y que espera un reconocimiento por ello. De paso, sugiere que, de fracasar en la venta de caramelos, volverá a la vida de navajero, para desdicha de los presentes. Otro tanto hace el niño del semáforo que pide que le den limosna para no volverse drogadicto o el reo del penal que solicita dinero público para rehabilitarse y dejar la mala vida.

La política no es la excepción. Cada vez que se deben hacer ajustes económicos, empiezan las amenazas de paralizaciones. Los perdedores, desde la extrema izquierda hasta el gran patrón de hacienda Álvaro Noboa, suelen advertir sobre una “guerra civil”. Cualquier grupúsculo radical o separatista suele exigir demandas absurdas destacando que irán hasta las “últimas consecuencias”. Algunos empresarios sabidos, al primer contratiempo, amenazan con crisis económicas y desaparición de puestos de empleo.

En fin, los huasicamas de la Gran Hacienda, desde de a pie hasta el Presidente, demostramos una tolerancia infinita hacia el chantaje. Dejamos que cualquiera venga a imponernos su voluntad a punta de amenaza. Esto no hace más que demostrar la debilidad de nuestro sistema legal y un endémico irrespeto por la propiedad pública. Lo más curioso es que consideramos justo el pagar cuidadores, “colaboración” el dar limosna bajo coerción y “diálogo” el ceder ante las presiones de lobbys y políticos matones. Insistimos en considerar un asunto moral, a lo que en verdad es un asunto policial.

domingo, marzo 11, 2007

El estado mamita
por Daniel Márquez Soares

Todo el mundo habla de los vicios que ha dejado en el continente la enfermedad del estado paternalista. Sin embargo, en el caso de la Hacienda Gran Ecuador, sería más apropiado hablar de un estado mamita.

La reacción natural de un niño, ante el primer problema, suele ser correr donde mamá. Si es que tiene pesadillas corre a la cama de mamá. Si es que tiene hambre le llora a mamá. Si es que el primo le pega, lo denuncia ante mamá. En caso de caprichos, se los pide a mamá.

En la Gran Hacienda sucede exactamente lo mismo. Cuando mamita no basta, tenemos al estado. En los ochentas, los empresarios le pidieron al gobierno que sucretizara la deuda. Cuando un par de banqueros sinvergüenzas se feriaron los ahorros de muchos, estos corrieron a pedirle ayuda al estado. Los jubilados, quienes habían aportado en sucres y luego querían dólares, le exigieron al estado que se hiciera responsable de su mala suerte. Los damnificados del Tungurahua, que llevaban buen tiempo advertidos, acudieron al estado. El colmo fue con Air Madrid: el estado auxiliando a los viajeros timados. Los regentes de la hacienda, corazón de madre, no saben decir que no.

El mundo es diferente. Cuando la Panam y la Enron quebraron, el estado gringo sólo les dio una palmadita en la espalda a los accionistas y empleados. La única vez que los norteamericanos pusieron dinero fue durante la crisis mexicana. Fue para evitar una estampida de inmigrantes. Los coreanos se limitaron a enviar a los antimotines cuando la Daewoo se desplomó y Alemania ha dejado en claro que no salvará a la Airbus de su propia incompetencia.

El mal hábito de buscar a mamita suele curarse con un buen carajaso seguido de un “ya estás grandecito”. Pero aquí, con un nuevo jefe de hacienda que se dedica a duplicar bonos, estamos lejos de eso. El dinero del estado sale de nuestros impuestos y del petróleo, que en teoría es de todos. Pero nunca nos consultan antes de meternos la mano en el bolsillo o feriarse nuestros recursos en limosnas. Prefieren que dejemos que unos pocos se diviertan jugando a la Madre Teresa de Calcuta.

Más que complejo de Edipo no superado, el síndrome de estado mamita es un caso de facilismo y sinvergüencería crónica, un huir de las consecuencias. Ojalá las facturas de los boletos de los perjudicados de Air Madrid salgan a nombre de los ingenuos pagadores de impuestos.

jueves, marzo 08, 2007

Un horrible dilema
por Simón Espinosa Jalil

La tragedia política del Ecuador actual está en que las únicas opciones disponibles para la gente normal son los socialistas del siglo XXI o los mafiosos del siglo XX. O se está con los unos o se está con los otros.

Así, quien quiere un país con mayores oportunidades para todos y donde los grandes pillos no sean los referentes de la juventud, tiene que alinearse con quienes no sienten vergüenza de cantar en público odas al Che Guevara.

Y quien no quiere ir a la aventura de una Asamblea Constituyente de plenos poderes dominada por admiradores de Hugo Chávez, tiene que comer en la misma mesa con los lacayos de la cleptocracia que quiere seguir esquilmando al país.

¿Es que acaso en el Ecuador solo existen esos dos grupos? ¿Somos o románticos colectivistas o cínicos ladrones? ¿Fuera de la izquierda idealista no hay gente honrada que quiere un país mejor?

Si así fuera, no habría más que pegarse un tiro o emigrar.

Si ganan los cleptócratas, nos quedaríamos con el país que tenemos, donde la mejor avenida de progreso económico y prestigio social es el delito; si ganan los socialistas, tendríamos que experimentar, como tantos otros países, los terribles efectos de las mejores intenciones.

Es notable que en el Ecuador no exista ningún partido político que defienda y practique, a la vez, la libertad individual, la igualdad de oportunidades, la libre competencia, la limitación del poder y el respeto a la ley.

Quizás muy poca gente entre nosotros cree en esos principios: a la libertad la damos por sentada y no nos da de comer; confundimos igualdad de oportunidades con igualdad de resultados; interpretamos la libre competencia como 'capitalismo salvaje'; concebimos la limitación del poder como debilidad o ineficiencia; y consideramos que la ley está hecha solo para los pobres y los 'giles'.

Está claro que, en las actuales circunstancias, es imposible, moral y estéticamente, apoyar a la mayoría en el Congreso. ¿Qué nos queda entonces, aparte de cruzar los dedos para que un poco de cordura ilumine a los Asambleístas y su pleno poder?