Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

domingo, marzo 11, 2007

El estado mamita
por Daniel Márquez Soares

Todo el mundo habla de los vicios que ha dejado en el continente la enfermedad del estado paternalista. Sin embargo, en el caso de la Hacienda Gran Ecuador, sería más apropiado hablar de un estado mamita.

La reacción natural de un niño, ante el primer problema, suele ser correr donde mamá. Si es que tiene pesadillas corre a la cama de mamá. Si es que tiene hambre le llora a mamá. Si es que el primo le pega, lo denuncia ante mamá. En caso de caprichos, se los pide a mamá.

En la Gran Hacienda sucede exactamente lo mismo. Cuando mamita no basta, tenemos al estado. En los ochentas, los empresarios le pidieron al gobierno que sucretizara la deuda. Cuando un par de banqueros sinvergüenzas se feriaron los ahorros de muchos, estos corrieron a pedirle ayuda al estado. Los jubilados, quienes habían aportado en sucres y luego querían dólares, le exigieron al estado que se hiciera responsable de su mala suerte. Los damnificados del Tungurahua, que llevaban buen tiempo advertidos, acudieron al estado. El colmo fue con Air Madrid: el estado auxiliando a los viajeros timados. Los regentes de la hacienda, corazón de madre, no saben decir que no.

El mundo es diferente. Cuando la Panam y la Enron quebraron, el estado gringo sólo les dio una palmadita en la espalda a los accionistas y empleados. La única vez que los norteamericanos pusieron dinero fue durante la crisis mexicana. Fue para evitar una estampida de inmigrantes. Los coreanos se limitaron a enviar a los antimotines cuando la Daewoo se desplomó y Alemania ha dejado en claro que no salvará a la Airbus de su propia incompetencia.

El mal hábito de buscar a mamita suele curarse con un buen carajaso seguido de un “ya estás grandecito”. Pero aquí, con un nuevo jefe de hacienda que se dedica a duplicar bonos, estamos lejos de eso. El dinero del estado sale de nuestros impuestos y del petróleo, que en teoría es de todos. Pero nunca nos consultan antes de meternos la mano en el bolsillo o feriarse nuestros recursos en limosnas. Prefieren que dejemos que unos pocos se diviertan jugando a la Madre Teresa de Calcuta.

Más que complejo de Edipo no superado, el síndrome de estado mamita es un caso de facilismo y sinvergüencería crónica, un huir de las consecuencias. Ojalá las facturas de los boletos de los perjudicados de Air Madrid salgan a nombre de los ingenuos pagadores de impuestos.