Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

martes, diciembre 26, 2006

Leña del árbol caído
por Daniel Márquez Soares

El domingo pasado, los jugadores de la LDU y Barcelona, en lugar de jugar al fútbol, decidieron jugar a los neandertales. Por unos instantes, lograron que los espectadores se transportaran a uno de esos burdeles cercanos a puertos o bases militares en los que cada tanto estalla una puñetiza épica.

El Tín Delgado decidió demostrarle al joven Montoya que el orden de antigüedad no sólo se notaba en el manejo del balón, sino también en el de los puños. Tenorio demostró que, además de un excelente contención, también sabía echar buenas patadas voladoras por la espalda. Palacios y Espínola se pusieron a practicar tiros libres con la cara de Soledispa. El esperado clásico tricolor de los pesos pesados, Cevallos contra Delgado, no se produjo, para decepción de los adeptos al pugilismo.

En sí, la pelea fue colorida e intensa, pero en absoluto sorprendente. Ya era de esperarse. Lo sorprendente fue la reacción de periodistas y dirigentes, quiénes se rasgaron las vestiduras y empezaron a repartir condenas y sanciones a diestra y siniestra. A la larga, la gresca no fue más que un despliegue de dos verdaderas pasiones nacionales: el montonerismo y patear al caído. ¿Por qué tanto escándalo?

Los ecuatorianos somos montoneros por naturaleza. Nos gusta atacar en jauría. Alfaro inventó la “montonera liberal” e, irónicamente, fue victimado por serranos montoneros. Una práctica extrajudicial muy difundida en nuestro país es el linchamiento. Nos fascina agruparnos y quemar vivos a los delincuentes. Cada vez que estalla una pelea en un bar cualquiera, nos batimos todos contra todos. En nuestro congreso, que durante un tiempo podría haber barrido en rating al boxeo si es que las trifulcas hubiesen tenido horario establecido, las peleas eran de veinte contra veinte. Incluso al momento de tumbar presidentes, no hacemos golpes de estado elegantes, capitaneados por dos o tres conspiradores de lujo. Preferimos la turba y nos encanta decir que fue el pueblo el responsable. Fuenteovejuna no nos llega a los talones.

Lo mismo es con el puntapié en el suelo. Famosa fue la combinación de cenicerazos y tacos en el rostro que se llevaron Dahik, Mahuad y Vladimiro en plena sesión legislativa. Las fiestas de Quito o Cuenca son famosas por la variedad de patadas en el rostro de los caídos que se pueden observar en las calles de la ciudad.

La patada en el piso es también simbólica. Lucio Gutiérrez estaba ya derrocado, pero la gente insistía en lincharlo. Gustavo Noboa estaba ya exiliado, pero Febres Cordero seguía hablando mal de él. Álvaro Noboa está ya derrotado, pero Correa sigue provocándolo. Los ecuatorianos disfrutamos desollando a aquellos que caen en desgracia.

En cambio Michel Bachelet dio un ejemplo mundial de decencia. Fue torturada y su padre murió durante la dictadura de Pinochet. Sin embargo, la presidenta chilena evitó ofensas o comentarios revanchistas sobre la tumba del general. De haber sido en Ecuador, todo el mundo hubiese aprovechado para hacer bromas, vejaciones y ajustes de cuentas tardíos.

En fin, lo más triste del partido fueron las sanciones y las lecciones que estas dejan. Agustín Delgado, el único hombre que intentó batirse gallardamente, es decir, uno a uno, de frente y de pie, recibió la misma sanción que los otros dos cobardes carroñeros que liquidaron a un caído. ¿Cómo insistir en la decencia si es que a la larga se castiga igual que la cobardía?