Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

jueves, mayo 31, 2007

Los pecados de Manuela
por Daniel Márquez Soares

Antes se usaba en las escuelas primarias de nuestro querido país un libro llamado “Terruño”. Fue una de las herramientas de embrutecimiento masivo más eficaces que jamás hayamos inventado, fruto de la vieja escuela que consideraba que mentir no era malo si es que nos ayudaba a ser un poco más patriotas.

En ese libro había un capítulo de biografías de ecuatorianos célebres. Entre ellos se encontraba Manuela Sáenz. Los profesores que empleaban el libro solían dividirse entre los que la pintaban como una heroína y los que preferían pasar la página porque la consideraban poco más que una ramera de lujo.

Juzgar la vida privada de la gente es cosa de tiranos y de bellacos. Sáenz era una bastarda: no hay nada de malo en eso porque padres no se eligen ni se es responsable de lo que ellos hagan. Abandonó a su marido y se convirtió en la amante de otro: tampoco hay nada de malo en ello porque, aunque nos duela, la moral es cosa de cada uno. Tampoco hay nada condenable en el hecho de que haya empleado sus encantos para llevarse a la cama al hombre más importante de ese entonces: cada uno puede administrar sus recursos y dones como le dé la gana.

Sin embargo, lo que sí es cuestionable es que a Manuela Sáenz se la endiose, se la nombre generala casi dos siglos después y, peor aún, se le cuelgue el epíteto de “la expresión más pura de la revolución, el coraje, la independencia y el amor", tal y como lo hizo el presidente Rafael Correa. Bajo semejante calificativo, hasta la Madre Teresa de Calcuta se pondría nerviosa.

Manuela Sáenz era una mujer extremadamente educada para su tiempo. Mandó al demonio todas las instituciones de la época en nombre de su querido Bolívar y ayudó a éste en su nada glorioso escape de los conspiradores. Sin embargo, todo apunta a que sus acciones se debieron no a ideales revolucionarios sino a algo tan normal y humano como el enamorarse. ¿O es que acaso Manuela siguió luchando luego de que su amado murió y es mentira todo eso de que se dedicó al llanto y al exilio?

Es triste el que se considere a señoras como Manuela Sáenz y Evita ejemplos para las mujeres. A la larga, su gran mérito yace en haberse acostado con los hombres más poderosos de su época (porque eso de ganarse su corazón ni ellas mismas deben habérselo creído) y haber hecho todo, hasta abrazar su ideología, por ellos. Parecería mejor un país sin héroes ni heroínas a uno en el que el camino hacia el éxito y la inmortalidad para la mujer pasa necesariamente por la cama del libertador de turno.