Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

jueves, enero 18, 2007


Formas
por Simón Espinosa Jalil

Según la revista Vanguardia, el elemento que decidió la ruptura entre Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa fue una simple expresión. Noboa, después de haber hecho esperar a Gutiérrez por horas para confirmar los acuerdos a los que se habían comprometido, le dijo: “He decidido...”.

Ese sencillo gesto vale perfectamente para explicar la tragedia de la derecha en nuestro país y el surgimiento del chavismo ecuatoriano.

La nuestra no es la derecha liberal y moderna que defiende el mercado y la competencia entre ciudadanos iguales y libres, sino la del siglo XIX, creyente firme en el privilegio, la herencia y la irremediable desigualdad de derechos entre las personas.

Para ella, no importa cuán inteligente, capaz o popular sea una persona. Si no nació en el lugar correcto, de los padres correctos, nunca será considerada como igual.
De ahí que Noboa, con toda naturalidad, se haya relacionado con Gutiérrez de la única manera que conoce: de patrón a capataz.

Todos los días, seguramente, se repite la misma escena en innumerables organizaciones en el Ecuador, donde no existen jefes y subordinados, sino patrones y esclavos.

Por desgracia para esa derecha, el mundo ha cambiado. Para poder surgir en una sociedad cada vez más competitiva, es indispensable contar con los mejores elementos, sin importar su origen social.

Y, para contar con ellos, hay que tratarlos como personas, porque si no, tarde o temprano, encontrarán otras oportunidades.

La miopía de Noboa es espeluznante: Lucio Gutiérrez no es un peón en una hacienda bananera, sino el líder del segundo bloque más importante del Congreso.

Pero Noboa y la gente como él no son capaces de mirar más allá de sus prejuicios, aun a costa de su propia supervivencia. Que las élites ecuatorianas lo hayan respaldado en las últimas elecciones dice mucho acerca de su cosmovisión paternalista.

En lugar de presidir un cambio moderado hacia una verdadera sociedad liberal, han entregado, en su arrogancia, un cheque en blanco a unos socialistas de los años 70 que nos torturarán de hoy en adelante con su autoritarismo, su lenguaje de ONG y su música protesta.