Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

sábado, noviembre 18, 2006

Andinos, no latinos
por Daniel Márquez Soares

El tiempo ha pasado pero, contra todo pronóstico, una particular valla publicitaria continúa decorando los potreros de la Hacienda Gran Ecuador. “Latino se nace, no se hace”, reza el comercial. La propaganda muestra a un sexy latin lover pintando, soplete en mano, a una rubia de apariencia extranjera. La marca que se beneficia del comercial es Zhumir, una bebida conocida por despedazar los hígados y las billeteras de los jóvenes huasicamas que aún no tienen para bebidas semi-decentes. La cosa no queda ahí. Los anuncios de la campaña suelen rematar con perlas del tipo “naciste latino, ¡aprovéchalo!” o, la mejor de todas, “Zhumir: latin spirit”.

Los lacayos de la Gran Hacienda hemos preferido olvidar que el calificativo de “latinoamericano” es mentiroso en la teoría y humillante en la práctica. Mentiroso en la teoría porque se lo inventaron los franceses, en el siglo XIX, para justificar su metedura de narices en los asuntos de esta región.

Los rusos serían los encargados de administrar a los pueblos “eslavos”, los ingleses a los “anglosajones” y “germánicos” y los franceses a los “latinos”. No había mejor forma de meter de un solo plumazo en el mismo frasco a haitianos, caribeños, andinos, brasileños, mexicanos, argentinos y demás países que poquísimo, o nada, tienen en común entre sí.

Así, el calificativo de latinoamericano es un insulto a la inteligencia. Algo así como decir que indonesios y surinameses son culturalmente semejantes porque en su momento ambos fueron gobernados por los holandeses. O que la gente de Barbados es como la de Hawai sólo porque ambos hablan inglés.

Humillante porque, en el imaginario mundial y hollywoodiano, el “latino” hombre es algo así como un cruce de asno con casanova. En materia corporal es un ente privilegiado. No tiene el cuerpo de los negros ni los ojitos de los gringos, pero juega fútbol como nadie, baila salsa como el mejor y es especialista en complacer a mujeres insatisfechas del primer mundo. En el tema económico es un desastre. Así como el judío tiene un don natural para la banca o el libanés para el comercio, el latino lo tiene para vender cocaína (aunque compite ocasionalmente con el magrebí por el negocio del hachís). De optar por la vida honesta es especialista en limpiar pisos, recoger brócoli y tapiar paredes.

También puede enrolarse en un ejército extranjero: nada más típico en las películas que algún cabo Jiménez que, a las órdenes de un sargento negro y un oficial blanco, siempre es el primero en morir. Lo hace en nombre de las barras y las estrellas, desangrándose mientras besa una estampita de la Virgen de Guadalupe. En el tema político y cultural, lo máximo a lo que puede aspirar es a ser escritor exiliado muerto de hambre o tuberculosis. Eso sí, debe idolatrar y rendir respeto lacrimógeno a sus comandantes Ché Guevara y Fidel Castro.

En el plano de las emociones es una verdadera joya. Se enamora a lo bruto, pese a que la fidelidad no es una de sus cualidades y de que ocasionalmente le pega puñetazos a su amada. Tiene un sentido de la amistad, la lealtad y la venganza que los mafiosos envidiarían. En caso de ser traicionado por su mujer, asesina a puñaladas tanto a ella como al amante. No tiene miedo de liarse a puñetazos con quien se le ponga por delante, ni siquiera si éste es su jefe de trabajo o su cuñado.

Lo más interesante, característica superior, es que pese a tanta tragedia siempre está feliz.

La mujer “latina” es en cambio, según el estereotipo, un híbrido de Juana de Arco con Pocahontas. Cuando es joven suele andar rodeada de amigotes y primos que le propinan una paliza al primer galán que se le acerque. Jamás es muy inteligente pero, eso sí, está repleta de perseverancia y amor.

Por lo general termina en la cama de algún machote de puerto o de barrio llamado Manuel o Joaquín que la deja destrozada y con algún hijo. Después va de un amante a otro, mientras trabaja de empleada doméstica o tendera manteniendo sola a su familia hasta que finalmente encuentra a un hombre del primer mundo que la hace feliz para siempre.

Madre abnegada como es, educa siempre unos hijos muy apegados al rol de mujer u hombre, con sólidos valores católicos y apellido raro como “Barnett Hernández”. Sobra decir que, por definición, es una máquina en la cama y una experta en la cocina.

En fin, el latino es la mezcla perfecta de gladiador (fútbol), esclavo (trabajo mal pagado), rebelde y gigoló. Una persona nacida en “Latinoamérica” que no se apegue a este esquema corre un gran riesgo. Un hombre “latino” que no sepa bailar salsa, sea malo en el fútbol y que diga que el Ché Guevara era un asesino será, ante los ojos del mundo, un tipo “raro”. Peor aún si es que insiste en ser inteligente o productivo.

Lo mismo sucederá con la “latina” que no le lance los calzones al primer ciudadano europeo, canadiense o norteamericano que se le cruce por delante, no sepa cocinar o, ¡horror!, que piense que eso de tener fe católica y familia no es tan importante. Ni se diga si es que cualquiera de los dos es malo en la cama.

En fin, por algún extraño motivo antropológico, a los huasicamas de la Hacienda Gran Ecuador les parece cheverísima esta imagen. Quisieran a toda costa ir por el mundo con la gente gritándoles “tú eres latino”. Lo más patético es que, aún aceptando ese ridículo cliché, de latinos no tenemos un gramo. Esa imagen quizás tenga algo que ver con los caribeños y brasileños, pero no con la Hacienda Gran Ecuador. Aquí, somos andinos.

El andino es un tipo diametralmente diferente al caribeño pero poco comercial. No es una imagen apta para el consumo del turista extranjero. El andino es más triste que el más triste tango argentino, más resignado que árabe fundamentalista y más alcohólico que el más borracho de los rusos. Vive un drama interminable al que en el fondo ama y sus frases favoritas son cruelmente fatalistas: “pegue patrón”, “mate o pegue, marido es”, “después del gusto viene el susto”, “la alegría del pobre dura poco”…


El andino no es feliz ni alegre. A diferencia del caribeño, no se levanta a las mujeres de la fiesta cuando está ebrio, sino que se retira a llorar abrazado de sus amigos. No tiene la mirada puesta en el balón de fútbol, ni en su compañera de salsa ni en la utopía socialista, sino perdida. Su música es tristísima pero, tal y como decía Humboldt asombrado, se alegra con ella. Expresa cariño a través de la violencia: le pega a los hijos, le pega a la mujer y no es raro que se peguen entre amigos. Va a misa todos los domingos para convencerse de que tanta miseria es una bendición divina. No es frontal en sus odios y críticas porque eso es pecado: prefiere hacerlo por la espalda, a través del chisme y la serruchada de piso.

En fin, ahora la Hacienda Gran Ecuador se cree “latina”. Es más, huasicamas y terratenientes aseguran estar orgullosos de serlo. ¿Qué pasaría si es que se hiciese un referéndum proponiendo la anexión a Estados Unidos? ¿Cuál opción ganaría?

A la larga, todo esto de “latinos” no es más que los habitantes de la Hacienda Gran Ecuador teniendo vergüenza de declararse “ecuatorianos”. Como la billetera y el color de piel no nos da para decir que somos gringos o españoles, nos toca subirnos a la camioneta “latina”. Tenemos que fingir que jugamos fútbol como los brasileños, bailamos como los colombianos, conquistamos como los dominicanos y somos orgullosos como los mexicanos para olvidarnos de tanta desgracia.


1 Comments:

At 10:59 p. m., Anonymous Eugenia Novoa said...

Gracioso el artículo y blog. Pero Daniel, com ese articulo escrito hace 10 años sigo sin entender por qué no huiste de este latifundio? O es que has decidido formar parte del común denominador?

 

Publicar un comentario

<< Home