Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador

¿Harto de no entender al Ecuador? ¿Cansado de la irracionalidad, el caos, el folclor y los abusos? Ya no te tires de los cabellos. Nuestro lugar natal no es una república, no es una nación, no es un país. Es sólo un verde latifundio. ¿Ciudadano tú? No seas ingenuo. A lo máximo a lo que puedes aspirar es a ser un cumplidor capataz. Contigo, Crónicas desde la Hacienda Gran Ecuador, producto de un grupo de esclavos semianalfabetos que han decidido dar un paso hacia la libertad. ¡Únete!

domingo, septiembre 10, 2006

La nueva moda

Daniel Márquez Soares

Una nueva moda ha llegado a los potreros de la Hacienda Gran Ecuador. De un tiempo para acá, no hay nada más fashion, sexy, o in que promulgar la disolución de las Fuerzas Armadas. Esta exigencia, cuando se la proclama a viva voz, tiene mucho más peso si es que quien la hace lleva una boina Che Guevara o tiene colgada la etiqueta de intelectual progresista.

Los motivos que esgrimen los abolicionistas (por llamarlos de algún modo) son diversos y hasta entretenidos. Los que se la dan de tecnócratas destacan el gasto que le significa a la hacienda el mantener funcionando el aparato militar. Los políticamente zurdos acusan a las FFAA de reaccionarias, cuadradas, enemigas del pueblo, brazo armado de la oligarquía y demás. Los pacifistas aseguran que son innecesarias. Por último, hay también un escuadrón moralista que las acusa de corrupción y parasitismo (tras el tercer whisky los miembros del escuadrón ya se desinhiben y también las acusan de “nido de longos arribistas”). Lo más divertido es que si uno les da un micrófono y los deja hablar diez minutos, queda casi convencido.

Es cierto que en la historia de la Hacienda Gran Ecuador ha habido militares verdaderamente nocivos. Pistoleros de la calaña de JJ Flores, Urbina, Veintimilla o Alfaro, de haber vivido en un país civilizado, estarían enterrados en los cementerios de los criminales. Sin embargo, tuvieron la dicha de nacer en la Hacienda Gran Ecuador así que hay monumentos y calles con su nombre. Hasta aparecen en las contraportadas de los cuadernos o en los libros de texto de primaria.

Es cierto también que los uniformados de la hacienda se especializaron durante varias décadas en las refinadas artes de dar golpes de estado y perder guerras. Y también es verdad que aún no se han desprendido del todo de aquellos hábitos. Sin embargo, comenzar a pedir la desaparición de las FFAA no es más que una muestra más de ese hábito imperante en la hacienda que consiste en curar un dolor de cabeza decapitando al paciente.

Acusar a las FFAA de despilfarradoras es síntoma de problemas de aprendizaje. Basta un sexto grado de escuela para, auxiliándose de la aritmética, calcular el sueldo de un soldado o comparar el presupuesto militar de la Hacienda Gran Ecuador con otras haciendas del mundo. Los huasicamas más emprendedores podrían dedicarse a inspeccionar las instalaciones y los arsenales militares y, a menos que no estén interesados en el negocio de la chatarrería o las armas antiguas, saldrían decepcionados. La respuesta de cajón ante la patética solución de las FFAA suele ser “es que se roban la plata”. Perfecto. Imaginemos al menos que no se la roban. ¿Para qué serviría hoy en día ese dinero si es que se disolviera el aparato militar? Para lo mismo que sirvió el FEIREP: para pagar sueldos atrasados de burócratas, ponerles más gasolina a los carros oficiales y, cómo no, disparar la inflación. Todo eso a costa de no tener un brazo armado en caso de necesitarlo.

La otra opción es leer un par de libros testimoniales de guerrilleros argentinos o salvadoreños y salir por allí acusando a las FFAA de enemigas del pueblo y brazo de la oligarquía. Un chileno, peruano o guatemalteco acusando al ejército de racista, oligárquico y represivo es comprensible. Que alguien de la Hacienda Gran Ecuador lo haga es ridículo. Hay que ser daltónico para acusar a nuestro ejército de racista. Lo de represivo se podría arreglar de existir una máquina del tiempo con la cual enviar a tanto hippie a la Centroamérica o al Cono Sur de los ochentas. Les haría bien conocer lo que es represión de verdad. El hecho es que, en la Hacienda Gran Ecuador, pocas instituciones son tan queridas por el pueblo llano como las Fuerzas Armadas. Lastimosamente, esa gente no tiene micrófono.

Pero no nos olvidemos de los demócratas descafeinados. Creen firmemente en que las FFAA son innecesarias y antidemocráticas en esencia. La Hacienda Gran Ecuador es maravillosa: uno puede dedicarse hasta a afirmar que la democracia es incompatible con la vida militar sin quedar en ridículo. Se puede cerrar los ojos y olvidarse de que todos los países ricos tienen ejércitos muy profesionales y muy curtidos. Incluso se puede olvidar de que los tres países con los sistemas de conscripción más duros, Israel, Corea y Suiza, son casos exitosos de sociedades cívicas pero militaristas.

Lo de innecesarias es aún más tragicómico. Tenemos una frontera marítima sin definir y el ejército narcoguerrillero mejor armado y más grande del mundo parqueado junto a la hacienda y aún así hay quienes quieren borrar de un plumazo a los militares. En el tema interno, estamos convertidos en una Martinizing de dólares, desencantados de la democracia y coqueteando con la violencia, pero no importa. Si es que empiezan los bombazos, los intelectuales de la hacienda los convencerán de las bondades del pacifismo haciendo uso de sus libros de avanzada.

Lo que sí es imposible negar es la corrupción, el tráfico de influencias, el chantaje, las serruchadas de piso y las puñaladas por la espalda que se manejan en las Fuerzas Armadas. Pero igual, hace falta una mente irremediablemente cortoplacista como para proponer como solución la desaparición del ejército.

Un ejército tendrá siempre los vicios de la sociedad de la que forma parte. Así, los alemanes fueron obedientes y eficientes hasta el absurdo. Los rusos eran borrachos y exageraban con la violencia. Los norteamericanos se acobardan o se sienten “losers” si es que no ganan la guerra en una semana. Los israelíes son paranoicos y los salvadoreños matan con demasiada facilidad. Así, es normal que en el ejército de la Hacienda Gran Ecuador haya corrupción, tráfico de influencias, cobardía y demás vicios. Pero si la solución es eliminar el ejército, entonces también sería una excelente solución comprar una bomba termonuclear y borrar del mapa a la Gran Hacienda. Quizás esa sea la opción perfecta. A la larga, uno no deja de sentir cierta ternura por esos pobres soldados, vilipendiados por los terratenientes, que pese a todo están dispuestos a morir en la defensa de estos potreros tan infames a los que prefieren llamar “Patria”.